viernes, 7 de diciembre de 2018

Los años de peregrinación del chico sin color. Haruki Murakami.


Título: Los años de peregrinación del chico sin color.
Autor: Haruki Murakami.
Género: Realismo, aprendizaje.
Año de publicación: 2013.
Editorial: MaxiTusquets.
Saga/Autoconclusivo: Autoconclusivo
Nº de páginas: 314.
P.V.P: 8,95€
Puntuación media: ★★★★★★★✩✩ (7,4/10)
            -Trama: ★★★★★★★✩✩
            -Personajes: ★★★★★★★★✩✩
            -Longitud: ★★★★★★★✩✩✩
            -Estructura y construcción del mundo: ★★★★★★★✩✩
            -Opinión personal: ★★★★★★★★
 
Hoy, 7 de diciembre, toca una nueva reseña. Esta vez, sobre la relectura de “Los años de peregrinación del chico sin color” de Haruki Murakami.

Siempre he tenido sentimientos encontrados con sus obras, desde que empecé a leerlo, hará ya tres años, con “Tokio Blues”. Sus obras son, cuanto menos, difíciles de expresar y asimilar, no en el mal sentido, sino como algo demasiado oscuro e irreal, que requiere de tiempo para sacarle todo el jugo.



Sus novelas no son para leerse de una sentada, requieren de tiempo, calma y reflexión a raudales.  Por supuesto, se puede leer de una sola vez, pero no se llegaría a comprender del todo.



Al mismo tiempo que escribo, escucho “Los años de peregrinación” de Franz Liszt (interpretada por Lazar Berman), pues tiene gran importancia en la trama (el titulo se relaciona con el conjunto de composiciones), mostrando la nostalgia y la pena del protagonista, un "peregrinaje" por el que tiene que pasar.



Tsukuru Tazaki (“Tsukuru” significa el que hace o construye), un hombre de treinta y pocos años, ingeniero en una empresa que diseña estaciones de ferrocarril, estuvo a punto de morir hace dieciséis años, por ser repentinamente extirpado y expulsado de su grupo de amigos, un grupo donde todos parecían tener una función, un color y un propósito excepto él.



Tras la ruptura de esta relación armónica, se genera una serie de consecuencias con las que Tsukuru tendrá que lidiar (de mejor o peor manera, claro está). Desde esa ruptura, todo en Tsukuru cambia radicalmente, su cuerpo y mentalidad parecen ser remodelados, dando lugar a una persona totalmente cambiada, tanto física como mentalmente.



Como en todas sus obras, Murakami, se rodea un ambiente gris, oscuro, donde todo parece desdibujarse y nada es lo que parece. No enseña toda la verdad, impidiendo conocer al completo toda la historia, dejando siempre puntos ciegos, lo que les otorga un aire bastante especial (aunque deteste los finales abiertos) que te deja con ganas de saber más.



Uno de los temas más frecuentes en sus historias es la expresión de inteligencia emocional, más por su ausencia que por la presencia de la misma, como causa y origen de todos los problemas de una persona. En casi todos sus personajes, al menos los más principales, siempre parece haber algo roto, que suelta chispas y chirria, como si no terminasen de encajar en su propio cuerpo.



La trama se basa en cómo vive, tanto en el presente como en el pasado, el protagonista. Tsukuru, por suerte , avanza hacia adelante, sin quedarse estático durante toda la novela (cosa que detesto). Aunque por desgracia, Murakami siempre nos dejará solos en el puerto, sin saber a dónde nos dirigimos a partir de ahí o que pasara con los personajes más allá de la novela.



El grupo de amigos, como todo idilio de en la adolescencia, muestra no ser tan armónico y perfecto como parece, desmigajándose, y a mi parecer, de una forma brutal y sin conciencia alguna, dejando al protagonista solo, en medio de una mar frío y oscuro, en el que no sabe ni como ha sido lanzado hasta allí y mucho menos como salir.





La sexualidad se marca fuertemente en todas sus novelas, utilizando su psicología para dar más trasfondo a los personajes. Sin embargo, siempre lo muestra, salvo ciertas ocasiones, en medio de sueños, ilógicos y confusos, para que sea patente el caos y los problemas por los que atraviesa cada persona.



Nunca se deja claro, que es verdad, sueño, imaginación, o simple pensamiento. Toda la historia está plagada de vacíos, incógnitas y sombras que ocultan la historia al completo. Nunca muestra la totalidad de una historia, siempre te deja al final del camino con la sensación de no saber que acaba de pasar hace un instante.



El tema de la homosexualidad se ve por un momento reflejado en la novela, como algo que el protagonista rechaza de pleno desde un principio, aun inconscientemente, buscando una salida silenciosa y segura hacia una heterosexualidad más apacible. Sin embargo, es una pincelada, a causa de las cargas que soporta Tsukuru, en la que un problema más se ahoga entre tantos otros.



Las historias y relatos, que siempre aparecen en sus novelas (parecen más sueño o invención que realidad) conviven con los personajes. En este caso Midorikawa y su bolsa de tela, el padre de Haida y el balneario perdido en mitad de las montañas.



La resolución de los conflictos me parece algo incompleta, y demasiado sencilla, aunque el tiempo haya secado parte de los problemas. Puede que sea parte de la trama, del desarrollo humano como tal, de eso no puedo estar seguro.



El final abierto puede chocar, pero conociendo la forma de escribir del autor, pasa desapercibido, como una curiosidad a las que nos tenemos que acostumbrar si queremos tener la oportunidad de saborearlos.



Debo informar, que no es un libro feliz y alegre. Es duro (tiende a reunirlos en ambientes húmedos y fríos), y nunca asegura que la paz sea definitiva, siempre deja el final, sin haber solucionado todo problema, siempre quedará un factor de tiempo, al que nosotros los lectores, no tendrán acceso.



El precio de la novela (de edición de bolsillo, por suerte para mi propia economía y mi afición por comprar libros) es bastante reducido, por lo que merece la pena aún más hacerse con algunos de los libros del autor, aunque sea solo por dar los primeros pasos dentro de su narrativa, probando a ver si gusta a cada uno.



Al final he decidido darle cuatro estrellas sobre cinco, porque, aunque me gustó prácticamente todo lo que se nos muestra, la ambientación tan realista y cruda no me ayuda a leerlos de seguido, requiriendo tiempo para asimilarlo (soy muy pesado con estos temas de asimilación de conceptos, que se le va a hacer).



Definitivamente, uno debería, de vez en cuando, pasearse por parajes grises, tristes y melancólicos, en los que resuena la nostalgia, y el pasado flota, asomando la cabeza, para recordarnos que siempre estará detrás nuestro. Sin ser negativo, el pasado no se puede olvidar, por más que nos empeñemos en ocultarlo en un pozo, tirando la llave que da a él. La llave, por desgracia siempre vuelve a encontrarnos, pidiéndonos que iluminemos esa zona que tratamos de ocultar por todos los métodos posibles.

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